Para la inmensa mayoría de gibraltareños es difícil entender la razón por la cual España insiste en que Gibraltar “tiene” que ser español. Los gibraltareños ya han dejado claro en varias ocasiones que no quieren ser españoles. En el 2002 se celebró un referéndum en el que un rotundo 98,48% rechazó la propuesta de soberanía compartida entre Reino Unido y España. Esto a muchos españoles les parece como un desplante y a algunos hasta un casus belli.
¿Gibraltar español? ¿Ceuta y Melilla marroquí?
El caso de Gibraltar está en abierta y absurda contradicción con el caso similar de Ceuta y Melilla. Estos dos enclaves (que como el caso gibraltareño, son equivalentes a Mónaco o San Marino), España ni osa plantearse su españolidad. La realidad es que las reclamaciones marroquíes no tienen base y por eso es muy absurdo que España siga dando la plasta con el tema de “Gibraltar español”, porque el caso es bastante análogo. El principal argumento del estado español para no dar legitimidad a la voz del pueblo gibraltareño y a rechazar su derecho a la autodeterminación es que Gibraltar fue usurpado por fuerzas británicas y que no tiene población propia. Para España los verdaderos gibraltareños que allí vivían fueron expulsados y los que pasaron a vivir después son colonos sin derecho al territorio. Ya que a los gibraltareños se les cuestiona su procedencia, exactamente lo mismo cabe decir de las poblaciones españolas de Ceuta y Melilla, que también fueron importadas en su día. La actual población de Gibraltar no echó a nadie. Trescientos años es más tiempo del que Gibraltar siquiera perteneció a la Corona de Castilla, de donde se segregó. En cambio, en echar gente el proyecto “España” sí que tiene un buen currículo.
El caso de Gibraltar está en abierta y absurda contradicción con el caso similar de Ceuta y Melilla. Estos dos enclaves (que como el caso gibraltareño, son equivalentes a Mónaco o San Marino), España ni osa plantearse su españolidad. La realidad es que las reclamaciones marroquíes no tienen base y por eso es muy absurdo que España siga dando la plasta con el tema de “Gibraltar español”, porque el caso es bastante análogo. El principal argumento del estado español para no dar legitimidad a la voz del pueblo gibraltareño y a rechazar su derecho a la autodeterminación es que Gibraltar fue usurpado por fuerzas británicas y que no tiene población propia. Para España los verdaderos gibraltareños que allí vivían fueron expulsados y los que pasaron a vivir después son colonos sin derecho al territorio. Ya que a los gibraltareños se les cuestiona su procedencia, exactamente lo mismo cabe decir de las poblaciones españolas de Ceuta y Melilla, que también fueron importadas en su día. La actual población de Gibraltar no echó a nadie. Trescientos años es más tiempo del que Gibraltar siquiera perteneció a la Corona de Castilla, de donde se segregó. En cambio, en echar gente el proyecto “España” sí que tiene un buen currículo.
España argumenta que el caso de Gibraltar es diferente al de Ceuta y Melilla ya que estos últimos territorios fueron anexionados a las coronas de Castilla y Aragón mucho antes de que se formara un estado marroquí. Esto es claramente erróneo ya que son el mismo caso. Considerar que la España actual tiene algo que ver con Castilla o Aragón es exactamente lo mismo que considerar que el actual Marruecos tiene que ver con sus precedentes históricos del cual se considera heredero, y además se ve amparado por el derecho internacional. En uno como en otro caso el nacionalismo tiene muchísimo que ver. Y de haber comparación, el caso es desfavorable para Ceuta y Melilla, que no tienen ningún tratado bilateral al respecto entre las partes litigantes, como sí es el caso de Gibraltar.
Es más, la razón de los conflictos con Gibraltar radica exclusivamente en el lado español, que se niega a moverse del tratado de Utrecht. En cambio, si miramos al comportamiento de los británicos con sus vecinos vemos que ellos no suelen instigar el conflicto. Por ejemplo, no ha existido nunca el menor problema entre el Reino Unido y Francia, en tiempos modernos, con las islas del Canal de la Mancha. También hay numerosos ejemplos de esto entre otros países por ejemplo en el mar Báltico. Las islas Aland son un caso muy similar, prácticamente enfrente de Suecia, con población suecófona al 100% y bajo soberanía finlandesa. Al contrario de estos ejemplos, solo se ve incongruencia e inconsistencia en la posición española y marroquí sobre Gibraltar, Ceuta y Melilla. Parece que la única razón que mueve a estas partes es un zafio y agresivo nacionalismo expansionista, usado en ambos casos para tapar otras vergüenzas ante sus opiniones públicas.
El curioso caso de Olivença
España insiste en que el Tratado de Utrecht de 1713 compromete al Reino Unido a devolverle Gibraltar. Desafortunadamente, España no es el país más idóneo para demandar el cumplimiento de tratados internacionales. Para ilustrar esto último, solo hemos de analizar el curioso caso de Olivença. El pueblo de Olivença, actualmente en la comunidad autónoma española de Extremadura, perteneció a Portugal desde 1297 hasta 1801, año en el que fue cedido a la corona española en el Tratado de Badajoz. En el tratado de Viena de 1815 España se comprometió a devolver Olivença a Portugal, que hasta hoy, no ha hecho. Por siguiente, el pueblo lleva casi 200 años ilegalmente ocupado por España.
¿Cómo puede exigir España que se le devuelva Gibraltar cuando sigue sin devolverle Olivença a Portugal?
Este ejemplo solo sirve para realzar la doble moralidad de España y el incumplimiento flagrante de tratados internacionales por su parte.
El caso de Olivença y el de Gibraltar parten de una misma base. Ninguno de estos territorios le pertenece a España legalmente. La reclamación presunta de España sobre Gibraltar viene sobre el tratado de Utrecht, que tiene 300 años y fue suscrita por una entidad posterior al estado actual de España. En cambio, cuando España incumple el Tratado de Viena, que aún no tiene 200 años, aquí realmente sí suscribió una entidad política que puede considerarse España y por tanto debe devolver este territorio ocupado de forma ilegal. Lo que para cualquiera es el mismo y sangrante caso, para el nacionalista español no lo es.
Dos mentiras flagrantes del punto de vista
nacionalista español
1. El tratado de Utrecht le da derecho a España a reclamar la devolución de Gibraltar
El propio tratado de Utrecht dice en su artículo X:
“And in case it shall hereafter seem meet to the Crown of Great Britain to grant, sell or by any means to alienate there from the propriety of the said town of Gibraltar, it is hereby agreed and concluded that the preference of having the sale shall always be given to the Crown of Spain before any others.”
Lo que el tratado dice expresamente es que Gibraltar no podrá ser cedido a terceros o a otras potencias, sin darle antes la opción de recuperarlo a la corona española. Es obvio que en 1713 el concepto de autodeterminación no existía y consecuentemente no podía ser reflejado. Pero este artículo no veta en absoluto la independencia de Gibraltar, puesto que la tenencia del peñón no pasaría a terceros, sino a sus legítimos usufructuarios. En Gibraltar no se comprenden las razones por las cuales el Reino Unido no defiende este punto de vista concreto, pero desde luego la posición española es totalmente insostenible. Incluso el tratado habla de prioridad para la venta, no de cesión en absoluto, por tanto, el Reino Unido en su momento podría vender si quisiera el peñón digamos a EEUU o a Rusia, bastaría que la corona española no pudiera igualar la oferta para dejarla fuera de juego y, de paso, dar por terminado el tratado cediendo el peñón a un tercero.
2. Gibraltar no tiene aguas territoriales
Respecto a las aguas territoriales, el tratado de Utrecht también es anterior a ellas. Pero España ha suscrito todos los acuerdos internacionales al respecto y nunca hizo constar ninguna salvedad respecto a Gibraltar, como podría haber hecho y de hecho hace en otros campos. Dado que en derecho internacional no se contempla el anacronismo (si un tratado no recoge derechos u obligaciones a posteriori, desde luego no los anula), Gibraltar tiene todo el derecho no a las tres millas marinas que reclama, sino a las doce millas marinas estipuladas por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho al Mar.
El tratado de Utrecht no tiene validez en el siglo XXI. En 1713 no existía el concepto de soberanía popular, sino por la gracia de Dios. El sistema político se conocía como Ancien Régime, era estamental, y políticamente no tenía nada que ver con el sistema actual de democracias representativas y jurisdicciones basadas en la soberanía ciudadana. El Imperio español no era democrático y por tanto sus decisiones no podrían ni deberían ser achacadas de ninguna manera a los estados democráticos que se acepten como herederos, total o parcialmente de situaciones pretéritas. La actual y democrática España no puede basar la legitimación de sus fronteras en sucesión de Estados. El tratado de Utrecht no define ninguna frontera en el sentido actual del término. Ningún tratado lo hacía en aquella época, salvo que indicasen expresamente accidentes geográficos. Lo que muchos deberían entender es que el mundo de hace 300 años es siquiera comparable al de hoy para el tema que estamos hablando.
Perejil figura en el tratado de finales del XIX de cesión por parte del Rey de Marruecos. El problema con Ceuta y Melilla o con Gibraltar no radica en que los tratados no sean suficientemente claros respecto a la territorialidad, sino a la legitimidad de la posesión misma. El Reino Unido puede justificar su posesión sobre Gibraltar en cuando a herencia jurídica, España no puede hacerlo respecto a Ceuta y Melilla y tiene que fundarla en continuidad histórica, que dependerá de que se lo acepten o no, cosa que no es el caso de Gibraltar.
La posición oficial del nacionalismo español es de meter todo en el mismo saco para así crear malestar y alarmismo en la población española: Gibraltar, ETA, Marruecos, Francia, etc. Esta forma de hacer las cosas no se murió con Franco. Sigue vivita y coleando, y tampoco es monopolio del PP. Tiene muchos cultivadores. Dicho esto, hay personas en ambos lados de la frontera con una forma de ver el mundo que les permite buscar soluciones. Otros sólo crean problemas y fricción entre las poblaciones vecinas.